viernes, enero 25, 2008

Gopegui-1

¿La culpa es de Belén Gopegui? En esa frase pensaste ayer cuando se te ocurrió hablarnos de El padre de Blancanieves, la novela que lees en tu ritual nocturno de cama, almohadones, mesilla de noche y gafas, que por fin te van haciendo falta. Treinta minutos como mucho: casi todas las noches acabas mezclando palabras de los personajes e inicios de tu primer sueño, y hay frases que llegas a leer quizás veinte veces, antes de desistir y dormirte como un bendito ceporrón, apenas a las doce: las seis cuarenta y cinco programadas en el despertador no suelen tener piedad de ti ni de tus noches.
Ayer tenías el razonamiento perfectamente preparado: el choque entre los “normales” y los “no-normales”. El presunto “no-normal” revolucionario y el presunto “normal” conformista. La clase media occidental como imposible aspiración universal: los recursos realmente existentes no dan para ello. ¿Deben entonces los “normales” occidentales sufrir su correspondiente sentimiento de culpa? ¿Quedan absueltos los “no-normales”, por su abnegada dedicación a “la causa”? En ello estás, y desentrañando el hilo. Paréntesis: ya más de uno, en el sagrado mundillo intelectualoide, ha procurado situar a Gopegui y ponerle el rotulazo: peligrosa roja pro-cubana. Y sí, es bien peligroso poner estas cuestiones en primer plano. ¡Con lo mona que quedaría una novelita sobre el primer amor adolescente de alguno de los protagonistas “normales”! La autora en cambio se empeña en tratar obsesiones, ideas y cuestiones que, evidentemente, no existen: nadie habla de ellas, tus amigos te miran de modo raro cuando las planteas, “pero qué politizado estás”, “no nos pongamos trascendentes”, en fin: la retahíla. Así que Gopegui te reconcilia con tus manías, y te permite reconocerte, aliviado, en las palabras de otro…
Por cierto: ¿tú eres “normal” o “no-normal”? ¿Cómo va tu conciencia? Hablas de ello a menudo, ya sabemos, pero a lo mejor nos vendría bien un resumen. Te levantas a las siete menos cuarto todos los días. Das tus clases, corriges trabajos y exámenes, hablas con los padres de tu tutoría, comentas algunas cosas y casos con tus compañeros. Te quedas en el centro dos tardes a la semana para preparar la obra de tu grupo de teatro escolar (¡ya casi diez años haciéndolo!). Vas, por supuesto, muchísimo al teatro (pena no poder hacer más escapadas a Madrid o Barcelona: Valencia, como todo el mundo sabe, es la ciudad más importante del mundo mundial… en vela y fórmula uno). Te encanta comer fuera de casa, en restaurantes de todo tipo y condición, y el buen vino. Viajas bastante: ahora estás preparando un viaje a Perú para el verano, en semana santa os iréis a la montaña palentina, ya tenéis la casita alquilada… Eres socio de Médicos sin Fronteras, votas a Izquierda Unida (con la nariz tapada), ya no militas en ninguna organización… ¿Eres normal? A suivre!

viernes, enero 18, 2008

Alicia y el tocino (por ejemplo)

“He vagabundeado mucho en otro tiempo, y ahora me siento imbécil y desilusionado. Pero no tengo la perversa creencia senil de ser más sabio que antes. Y además, espero que nunca sabré nada. Es un signo de decrepitud”.
Knut Hamsun

Jueves, 17 de enero
Aprovechas un hueco a las ocho de la mañana para hacernos un poco de caso. La última semana se te ha llenado de actividades y compromisos “sociales”, y apenas sí has podido buscarnos tras los famosos espejos de Alicias acechantes y con un nos tememos que poco deseable guiño de acompáñame y déjate de pamplinas, que la reina de corazones nos espera… Pero no ha podido ser, y has cumplido bien formalito con todo y todos, con la lengua fuera y el gesto adusto de quien sabe bien quién es y a qué le obliga la alta misión vital que tiene encomendada: buen caballero español dispuesto a cantar su himno si ello fuere necesario, y a usar el difunto futuro de subjuntivo con envidiable soltura siempre que el guion lo requiera y la ocasión (calva, of course) sea debidamente delineada y, con cuidado, con toda la gama del arco iris coloreada, amén.
Pues eso, que ni medio minuto para explicarnos la famosa sensación de que te repites (jurarías que la historia de la absenta del post anterior ya la habías contado) y de que las tentativas alocadas de buscar una orientación, un “destino”, te llevaron en su momento a estos quehaceres perfectamente organizados, que rellenan tu tiempo y justifican su transcurso sin más, mientras que en los instantes de respiro te sigues preguntando ubi sunt, ubi sunt todas aquellas cosas que tenían que cambiar y jamás cambiaron, Alicia, jamás, madre-hija-diosa de los trans-espejos, ¿por qué nos has abandonado? (Trueno de efectos especiales al fondo, como regüeldo salchichero de cambios climáticos o reprimenda del dios Carroll, del dios Braunsen de Onetti, creador de todos los mundos asfixiantes con colilla entre los dedos o pendiente de labios secos, agrietados…).
Y así disfrutas ahora con nosotros, barroquizando tu pausa entre: clases, preparación de viajes diversos, obras en la casa, final galopante de la convalecencia de Sofía, ensayos acuciantes (tu obrita escolar se estrena en febrero), regreso a todos los teatros que en la city son y alguna que otra ocupación inconfesable, sin decir nada por si acaso ni de rebajas ni de cuchipandas con los amigotes, que das por descontadas, amortizadas, suculentamente deletreadas… Aún tendremos que agradecerte el detalle, y disculparnos por meterte prisas, pobrecito. Y es que la velocidad y sus tocinos son muy malos consejeros…

viernes, enero 11, 2008

Absenta

Martes, 8 de enero

En el espejo o en la pausa de la ducha, qué más da, vuestra imagen, vosotros, en esa bodega de la Avenida del Oeste (¿era allí…?) que evidentemente ya no existe, comprando un par de botellas de absenta y varias toneladas de leyenda urbana sobre sus efectos psicodélicos (ahora puedes afirmar, esa misma noche pudiste, que perfectamente verídica, la leyenda) y sus peligros potenciales (¿sabías ya entonces de Van Gogh, o de Verlaine, o de Rimbaud… quizá en versión película americana de las de entonces, por la tele única y de visión impepinable…?). El Seiscientos de Rosita, si existía ya, os transportaría esa noche a la playa (¿era el Saler?), y rebozados en arena en algún momento veríais a uno de los de la panda (¡era Quique, vaya si lo era!) comenzar a caminar mar adentro, y recuerdas quizás una oleada de efectivamente alucinaciones, con vislumbres de más allá beodos y paranoias persecutorias, policías fantasmales incluidos.
Recuerdos disueltos en niebla, como buena parte de los que a veces recuperas al pulsar los botoncitos ocultos que salpican los días actuales, conectados directamente a los recovecos de tus sesos estrujados y achacosos. Visiones en la ducha o imágenes de duermevela, que van aportando datos a tu historia, que a veces reconstruyes de a cachitos: un fragmento aquí, una brizna allá, olvidados en la marabunta y el a-brazo-partido de la strugle for life de cada día (¿con cuántas “g” se escribe “strugle”?… No tienes ganas de consultar el diccionario…).
(Se empiezan a oír los berridos de las bestezuelas que regresan a clase a las 15’30: se acabó la paz de la Biblioteca. Aquí los esperas. Con una buena dosis de libros de poesía para pasar buenamente la tarde, si se dejan…).

jueves, enero 03, 2008

Cambio de año


29-12-2007
Deseo de abstracción. Te encanta que te cuenten historias, pero tú prefieres masticarlas y devolverlas convertidas en papilla des-narrada, en sugerencia tantas veces palabril, juego de ida y vuelta desde el que arrancar de nuevo.
Eso te dices, mientras descansas en la sala de televisión de la casa rural en la que pasáis estos días de fin de año, con Sofía convaleciente. Paisajes de la Vall d’Albaida: pueblos, olivos, barrios medievales y, faltaría más, buenos restaurantes. Ya te digo, nos dices: pura abstracción… Hacia adentro: el tiempo en pausa. Quizás aún afectado por tu reciente encontronazo con el espejo, maldito traidor. Quizás ya la eterna juventud desvela su verdad de quimera, indeseable además, si consideras lo que cada día ves y soportas…

2-1-2008
Ya en casita, todavía te relames. Lástima no haber podido caminar nada más que lo imprescindible… Aunque quizás baste con la rápida subidita en L’Olleria: la Vall d’Albaida a un lado, la Ribera al otro: el castillo de Xàtiva, y hasta el mar… Aire y pulmones que resoplan por el esfuerzo, mientras Sofía te espera abajo… ¿Contar historias? ¡Aquí están todas contadas! Bastaría quizás con dejar pasar el tiempo, y acabar integrado en el paisaje, como un árbol más, o como un deshecho que va progresivamente perdiendo la humanidad, hasta quedar sólo la palabra: la única palabra. Pero Beckett se llevó a la tumba el secreto de esas transformaciones, y a ti más te vale que así sea.