Gopegui-1
¿La culpa es de Belén Gopegui? En esa frase pensaste ayer cuando se te ocurrió hablarnos de El padre de Blancanieves, la novela que lees en tu ritual nocturno de cama, almohadones, mesilla de noche y gafas, que por fin te van haciendo falta. Treinta minutos como mucho: casi todas las noches acabas mezclando palabras de los personajes e inicios de tu primer sueño, y hay frases que llegas a leer quizás veinte veces, antes de desistir y dormirte como un bendito ceporrón, apenas a las doce: las seis cuarenta y cinco programadas en el despertador no suelen tener piedad de ti ni de tus noches.
Ayer tenías el razonamiento perfectamente preparado: el choque entre los “normales” y los “no-normales”. El presunto “no-normal” revolucionario y el presunto “normal” conformista. La clase media occidental como imposible aspiración universal: los recursos realmente existentes no dan para ello. ¿Deben entonces los “normales” occidentales sufrir su correspondiente sentimiento de culpa? ¿Quedan absueltos los “no-normales”, por su abnegada dedicación a “la causa”? En ello estás, y desentrañando el hilo. Paréntesis: ya más de uno, en el sagrado mundillo intelectualoide, ha procurado situar a Gopegui y ponerle el rotulazo: peligrosa roja pro-cubana. Y sí, es bien peligroso poner estas cuestiones en primer plano. ¡Con lo mona que quedaría una novelita sobre el primer amor adolescente de alguno de los protagonistas “normales”! La autora en cambio se empeña en tratar obsesiones, ideas y cuestiones que, evidentemente, no existen: nadie habla de ellas, tus amigos te miran de modo raro cuando las planteas, “pero qué politizado estás”, “no nos pongamos trascendentes”, en fin: la retahíla. Así que Gopegui te reconcilia con tus manías, y te permite reconocerte, aliviado, en las palabras de otro…
Por cierto: ¿tú eres “normal” o “no-normal”? ¿Cómo va tu conciencia? Hablas de ello a menudo, ya sabemos, pero a lo mejor nos vendría bien un resumen. Te levantas a las siete menos cuarto todos los días. Das tus clases, corriges trabajos y exámenes, hablas con los padres de tu tutoría, comentas algunas cosas y casos con tus compañeros. Te quedas en el centro dos tardes a la semana para preparar la obra de tu grupo de teatro escolar (¡ya casi diez años haciéndolo!). Vas, por supuesto, muchísimo al teatro (pena no poder hacer más escapadas a Madrid o Barcelona: Valencia, como todo el mundo sabe, es la ciudad más importante del mundo mundial… en vela y fórmula uno). Te encanta comer fuera de casa, en restaurantes de todo tipo y condición, y el buen vino. Viajas bastante: ahora estás preparando un viaje a Perú para el verano, en semana santa os iréis a la montaña palentina, ya tenéis la casita alquilada… Eres socio de Médicos sin Fronteras, votas a Izquierda Unida (con la nariz tapada), ya no militas en ninguna organización… ¿Eres normal? A suivre!
Ayer tenías el razonamiento perfectamente preparado: el choque entre los “normales” y los “no-normales”. El presunto “no-normal” revolucionario y el presunto “normal” conformista. La clase media occidental como imposible aspiración universal: los recursos realmente existentes no dan para ello. ¿Deben entonces los “normales” occidentales sufrir su correspondiente sentimiento de culpa? ¿Quedan absueltos los “no-normales”, por su abnegada dedicación a “la causa”? En ello estás, y desentrañando el hilo. Paréntesis: ya más de uno, en el sagrado mundillo intelectualoide, ha procurado situar a Gopegui y ponerle el rotulazo: peligrosa roja pro-cubana. Y sí, es bien peligroso poner estas cuestiones en primer plano. ¡Con lo mona que quedaría una novelita sobre el primer amor adolescente de alguno de los protagonistas “normales”! La autora en cambio se empeña en tratar obsesiones, ideas y cuestiones que, evidentemente, no existen: nadie habla de ellas, tus amigos te miran de modo raro cuando las planteas, “pero qué politizado estás”, “no nos pongamos trascendentes”, en fin: la retahíla. Así que Gopegui te reconcilia con tus manías, y te permite reconocerte, aliviado, en las palabras de otro…
Por cierto: ¿tú eres “normal” o “no-normal”? ¿Cómo va tu conciencia? Hablas de ello a menudo, ya sabemos, pero a lo mejor nos vendría bien un resumen. Te levantas a las siete menos cuarto todos los días. Das tus clases, corriges trabajos y exámenes, hablas con los padres de tu tutoría, comentas algunas cosas y casos con tus compañeros. Te quedas en el centro dos tardes a la semana para preparar la obra de tu grupo de teatro escolar (¡ya casi diez años haciéndolo!). Vas, por supuesto, muchísimo al teatro (pena no poder hacer más escapadas a Madrid o Barcelona: Valencia, como todo el mundo sabe, es la ciudad más importante del mundo mundial… en vela y fórmula uno). Te encanta comer fuera de casa, en restaurantes de todo tipo y condición, y el buen vino. Viajas bastante: ahora estás preparando un viaje a Perú para el verano, en semana santa os iréis a la montaña palentina, ya tenéis la casita alquilada… Eres socio de Médicos sin Fronteras, votas a Izquierda Unida (con la nariz tapada), ya no militas en ninguna organización… ¿Eres normal? A suivre!