Solo
24 de Mayo
Hoy, de nuevo en la calle. Parece que te ha dado por recuperar situaciones y lugares ya casi olvidados: tú, solo, esperando la hora de entrar al teatro, tomándote un vinito en una terraza y escribiendo, de tu puño y letra, lo que luego (seguramente mañana) nos dictarás al amor de la pantalla. Venías ya pensando en ello desde esta mañana, y recordando las épocas en que era habitual verte solo por la ciudad, a horas más bien tardías, buscando jolgorios, borracheras o conciertos de jazz (a veces todo a un tiempo) y con un aspecto de desamparo juvenil-existencial-cabizbajo que, afortunadamente (te parece) ya dejó de existir hace un buen rato. Muy teatral todo: miradas cruzadas (¿la señora de tu edad que, en la mesa vecina, charla con su amiga?), proyectadas sobre escenarios inexistentes, tú a veces el protagonista, obligado a mantener apariencias de naturalidad desde el silencio, observando, observado, tímido contemplador de nocturnidades etílicas, dosificadas whisky tras whisky, alucinógeno casero a partir de la séptima copa, cigarrillo permanentemente enganchado de labios y dedos, inquietos, huidizos, nerviosos. Eran noches largas y extrañas, que solías concluir tan solo como las habías empezado, y con promesa de descomunal dolor de cabeza en mañanas de resaca reflexiva.
Periodos enteros de tu vida se resumen en ese deambular a la expectativa: ciclos completitos de Fassbinder, Godard o Wenders, conciertos de Oscar Peterson, o de Dizzy, o de Chet Baker, o de Billy Higgins, en Valencia, en San Sebastián (¡los viajes en julio a Donosti, que darían para unas cuantas paginillas, sin duda!), o en Vitoria, el teatro luego, Joglars, o Dagoll-Dagom (llegaste a ver Antaviana seis veces, por ejemplo), o Comediants, en esos tiempos en que todo era nuevo y faltaba tanto por descubrir…
25 de mayo
Ya es el día siguiente, y aquí estamos, mirada fija en tu rostro, ahora nosotros, no ninguno de esos personajes anónimos con que te gusta tropezarte en las calles-pretexto. Ya entraste al teatro, ya viste el monólogo de la chica insomne y sus desgarros, y su dolor, y su energía, ya cumpliste tu jornada laboral, ya nos hablas con algo de apresuramiento y ganas de despedida. No sufras: has cumplido. Has ganado, otra vez, algo de tiempo. Aquí seguimos, esperando…
Hoy, de nuevo en la calle. Parece que te ha dado por recuperar situaciones y lugares ya casi olvidados: tú, solo, esperando la hora de entrar al teatro, tomándote un vinito en una terraza y escribiendo, de tu puño y letra, lo que luego (seguramente mañana) nos dictarás al amor de la pantalla. Venías ya pensando en ello desde esta mañana, y recordando las épocas en que era habitual verte solo por la ciudad, a horas más bien tardías, buscando jolgorios, borracheras o conciertos de jazz (a veces todo a un tiempo) y con un aspecto de desamparo juvenil-existencial-cabizbajo que, afortunadamente (te parece) ya dejó de existir hace un buen rato. Muy teatral todo: miradas cruzadas (¿la señora de tu edad que, en la mesa vecina, charla con su amiga?), proyectadas sobre escenarios inexistentes, tú a veces el protagonista, obligado a mantener apariencias de naturalidad desde el silencio, observando, observado, tímido contemplador de nocturnidades etílicas, dosificadas whisky tras whisky, alucinógeno casero a partir de la séptima copa, cigarrillo permanentemente enganchado de labios y dedos, inquietos, huidizos, nerviosos. Eran noches largas y extrañas, que solías concluir tan solo como las habías empezado, y con promesa de descomunal dolor de cabeza en mañanas de resaca reflexiva.
Periodos enteros de tu vida se resumen en ese deambular a la expectativa: ciclos completitos de Fassbinder, Godard o Wenders, conciertos de Oscar Peterson, o de Dizzy, o de Chet Baker, o de Billy Higgins, en Valencia, en San Sebastián (¡los viajes en julio a Donosti, que darían para unas cuantas paginillas, sin duda!), o en Vitoria, el teatro luego, Joglars, o Dagoll-Dagom (llegaste a ver Antaviana seis veces, por ejemplo), o Comediants, en esos tiempos en que todo era nuevo y faltaba tanto por descubrir…
25 de mayo
Ya es el día siguiente, y aquí estamos, mirada fija en tu rostro, ahora nosotros, no ninguno de esos personajes anónimos con que te gusta tropezarte en las calles-pretexto. Ya entraste al teatro, ya viste el monólogo de la chica insomne y sus desgarros, y su dolor, y su energía, ya cumpliste tu jornada laboral, ya nos hablas con algo de apresuramiento y ganas de despedida. No sufras: has cumplido. Has ganado, otra vez, algo de tiempo. Aquí seguimos, esperando…