viernes, enero 30, 2009

Ejercicio de estilo

Últimamente, estás muy ocupado, con actividades como este curso de “Escritura Teatral”. He aquí un ejemplo. Una escena “a la manera de Koltés”. Es sólo un juego inocente…

(En la sacristía. Oscuro. Se oye un ruido. Se enciende una luz. En escena, el joven botellonero, pantalones caídos, piercing, etc. Y la beata, que es la que acaba de encender la luz: enlutada, el pelo cubierto por un velo, más de sesenta…)

BEATA: ¿Quién va, qué son esos ruidos?
JOVEN: Soy yo doña Reme. Alex, el de la María. Vengo a que me dé un par de litronas de vino de misa. Estamos allí, en la trasera de la Pilar, y lo necesitamos p’al calimocho. Están p’allá tos alborotaos, berreando y secos. La mierda de la Pilar ya se ha quejado de la hoguera…
BEATA: Pero, ¿a quién se le ha ocurrido semejante barbaridad? Seguro que andan por allí esos forasteros que os tienen el seso sorbido… ¿Te mandan ellos?
JOVEN: Quiero el vino de misa. Y no vendría mal alguna hostia pa’ picar.
BEATA: Seguro que son ellos, sí… Todo iba bien en el pueblo hasta que llegaron ellos, con sus coches, su música… Mira, el señor cura está a punto de llegar, y no querría que te encontrara aquí diciendo barbaridades… Después de todo, mi nieto y tú sois amigos… Seguro que mi Joaquín anda por allí también…
JOVEN: Que si anda… Borrachuzo como una col y berreando como el que más… Hasta ha tirado un par de piedras al tejado de la Pilar… y va a ser peor si no se da prisa… Allí quedaban todos gritando: “¡No hay cojones, no hay cojones…!
BEATA: Vosotros no erais así antes… Anda, hazme caso… Vamos afuera, te sientas un momento, que te dé el aire… Luego vamos a por el Joaquín y os vais a casa…. Mañana será otro día.
JOVEN: Dicen que el vino de misa está de puta madre… Lo dice el Sadam, que de esto sabe un rato… Así que, que si el vino del pueblo es una mierda, que si en las tiendas va muy caro… Total que nos hemos dicho, ¡vamos a probar el vinacho ese! Lo echamos a suertes y me tocó a mí… Y aquí estoy… Y no me voy a ir sin el puto vino de misa.
BEATA: No sé por qué os empeñáis en hablar tan mal, vosotros que tenéis estudios, que no os ha faltado de nada… Si quisierais, podríais llegar a ser cualquier cosa… médicos, abogados, profesores…
JOVEN: Toda esa mierda no sirve para nada.
BEATA: Cuando yo era joven las cosas no eran así… Hacíamos nuestras travesuras, claro, pero había un respeto… Yo ahora debería llamar al señor cura, y si no fuera porque eres quien eres, iríamos a llamar a la guardia civil… Pero tú eres como de la familia, y al señor cura no hace falta decirle nada… pero está a punto de llegar…
JOVEN: Doña Reme, he venido a por el vino y no me voy a ir sin él. Si no, van a creer que no tengo huevos…
BEATA: Pero yo no te lo puedo dar… Eso es cosa del cura… Además con lo atareado que está, en plena Semana Santa… ¿Tú sabes que esta noche se vela el Monumento? Hay gente toda la noche, entrando y saliendo… ¿Vas a armar un escándalo? Anda, sé razonable, vamos fuera, vamos a por el Joaquín…
JOVEN: Eso no puede ser, doña Reme. Mis colegas están ahí fuera, y no se irán sin el vino… Lo raro es que no estén berreando, o que no hayan entrado a la iglesia a liarse unos petas…
BEATA: Entonces sí que tendríamos que llamar a la guardia civil… ¡No se puede ser tan salvaje!
JOVEN: ¡Lo que no se puede ser es tan hipócrita, ni tan cagao! Los colegas quieren calimocho beato y tendrán su calimocho beato, y me lo va a dar usted o me lo va a dar el cura, a mí me da igual, pero se está haciendo tarde, y si no hay calimocho tendremos que quemar la casa de la Pilar pa’ calentarnos… ¡Menudos son el Sadam y sus coleguis!
BEATA: Vale, vale, tranquilo… Esperaremos al cura y veremos que se puede hacer… Yo tengo tanto qué hacer, también… Estoy agotada, y todavía no he preparado las andas de Nuestro Señor…
JOVEN: Cinco minutos. Espero cinco minutos. Y por mí no se preocupe, vaya, vaya con sus beaterías, haga lo que quiera. Cada uno se divierte como puede…
BEATA: ¿Tú crees que esto es diversión? ¡Jesucristo sufrió por todos nosotros, por ti también, hijo!
JOVEN: Que sí, doña Reme, que sí, lo que usted quiera.
BEATA: Pero con lo guapos y lo listos que sois… ¿por qué os empeñáis en estropearos la vida? Anda, ven, sal a mirar el Monumento…
JOVEN: No puedo, doña Reme, me dan urticaria las beatas. No soporto ver a más de una a la vez.
BEATA: Anda, no digas tonterías… vamos fuera…
JOVEN: Ya saldré después… ¡con el vino!
BEATA: ¡Está todo tan bonito, y hace una noche tan buena! La procesión del silencio es preciosa, todo el pueblo detrás de Nuestra Señora, y es tan sobrecogedor… Pero da mucho trabajo, y yo lo tengo todo por hacer, y el cura está por llegar… Nos vais a dar un disgusto a todos… Y mi Joaquín… Si tú no vienes voy a ir yo a por mi Joaquín, y lo voy a llevar a casa, y…
JOVEN: Y yo no me iré sin mi vino… Usted verá cuanto silencio quiere que haya en esa procesión…
BEATA: Está bien. Voy a buscar al cura… Ya te arreglarás con él…

(Sale)

jueves, enero 22, 2009

Poema del principio (2)

2
Después del inicio uno
debería poder
continuar,
seguir una línea de preciso
razonamiento
madurado al sol de las certezas.

Pero en la duda se quiebra
el gesto
mientras a medio camino el índice
amenaza
y sugiere la dulce tentación
de los silencios
impostados. Leve sonrisa para fijar en los labios
y punta húmeda de la lengua
que se relame
antes de todos los tiempos.

Tiempos nuevos: avanza el paso
inseguro
en pos de medias verdades
con que alimentar fragmentos
de vida consumada.
El destino siempre se concentra
en la zancada plena
de agujeros.

Asoma, traspasa la materia ausente
de cada una de tus
palabras. Las palabras que han de proseguir
la historia que quisieras en permanente
movimiento de días
entrelazados.

jueves, enero 15, 2009

Poema del Principio

I
El punto de partida.
Donde todo comienza
exactamente,
marca fundadora de qué cosa
y en qué momento preciso,
puntual,
reveladora de propia esencia
y construcción de la primera
palabra.
Y así justamente en comienzos enfurruñados se nos habrán ido empleando fuerzas de flaqueza permanente, resistencias a aceptar el flujo inevitable del tiempo y los años al acecho de esta abigarrada extravagancia: ser viviente empeñado en fundar presentes en giro sobre sí mismos, excavando simas de verdades supuestas y eternas preguntas cabizbajas.
Las palabras se desbocan
y rompen los límites del verso
en equilibrio. No se sostiene
el pulso que decide dónde
el salto y dónde
la continuidad de línea que hila
fugas o bramidos.
Testuz, pues, coronada de insolencias
no previstas y ahogos
en propia saliva, húmeda,
deseante.
El deseo de ser otro
que abreva entre tus pechos
apenas descubiertos y ajena
la mirada que nos cubre
de ausencias.
El deseo de ser en ti
que nunca fuiste
sino tú en carne y hueso
de ser entrevisto,
alucinación que respira tras las puertas
anunciando tu tacto
en las rodillas del tiempo que se escurre
y rezuma:
lago, pues, de horas enquistadas,
a la espera de tu solemne
advenimiento triunfal,
o sepulcral, o adecuadamente
discreto y silencioso,
como corresponde a estos señores
y señoras
de nuestra edad, cultura y complexión
tan favorable
a los desórdenes sensuales y a la exigencia
de pan y argumentos que llevarnos
a la boca.
El deseo de ser en ti
que nunca fuiste
sino tú, releo renunciando al desdoblamiento en múltiples yoes parlanchines, y a romper la línea que el reloj de la sala me ofrece para cabalgar a espaldas de un tic-tac obsesivo y a la carrera, con secretas ínfulas de rompedor de cintas de llegada a todos los sonidos perceptibles…
El deseo de ser en mí
que nunca fui
sino yo, aquí presente
y en modo alguno compungido
por tanta pretensión
de ego
o hipertrofias
siempre sensibles al halago,
arbustos de salvaje logomaquia
y saltarina hechura
circunspecta, o varonil
elegancia.
El deseo de abrir la boca en erupción
de sílabas encadenadas
por fin en algún sentido desentrañable.
Y la realidad de boca abierta
resplandeciente de babas
insomnes
y aberración delicadamente recitada.
Alarido y rebuzno que definen
nuestra historia de desencuentros en la tinta
y en los tactos
de piel ya serenada. Ardores
cuidadosamente sofocados. Memoria
trunca y olvidos
puestos a enfriar sobre el alero
de nuestras casas: relucientes
el deseo y el ansia,
fulgurantes cuando te miro
y te requiero,
desnuda, lunar
Y sigilosa. Tú me miras, me ves pasar y me recibes entre tus brazos de sosegada respiración. Punto de partida, sí.
Principio.

miércoles, enero 07, 2009

Después de Enrique...

Preferible mantener a Enrique Molina caminando en su nebulosa. Volver a los asuntos del mundo pudiera sin duda sentarle fatal y acarrear, como suele decirse, monstruosas consecuencias y calamidad infinita. Enrique lee revistas que ya nadie lee:
“Y sin embargo, por muy complejo que se haya vuelto en este mundo distinguir el bien del mal, hay una cosa que seguro que es mala, y esta cosa es, nada más ni nada menos, el hecho mismo de que exista un mundo así. Si vivimos en un mundo en el que “es imposible saber qué es lo que realmente estás haciendo cuando haces lo que haces”, entonces es que vivimos en un mundo muy malo. El lema de los movimientos antiglobalización –“otro mundo es posible”- se convierte en un imperativo ético insoslayable. Es insoportable vivir en un mundo en el que basta meter los ahorros en una cuenta corriente de Caja Madrid para tener que preguntarte con cuántas ignominias y matanzas estás colaborando sin saberlo. Es intolerable un mundo en el que te tienes que alegrar de que en España se fabriquen bombas de racimo, pues al menos en eso parece que sí que somos competitivos a nivel internacional”. Carlos Fernández Liria, “Los diez mandamientos y el siglo XXI”, Viejo Topo-251 (Diciembre 2008).
Así que Enrique lee y calla, en su transcurrir de quince años atrás, con la conciencia tranquila del que sabe que ni siquiera existe. Traerlo de este lado, hacerle vivir, y charlar y ser en este mundo en el que tú –tú sí, y sin remedio- habitas y rabias, eso sí que sería definitivamente asesinarlo, borrarlo, hacer de él un humano sometido a los rigores de la amnesia, o al placer sádico del saber y no mirar, para, de reojo, ser consciente de la brutalidad sobre la que nos recostamos, plácidamente instalados, reprogramando conciencias para mantenerlas vacías y saludables: “Nosotros no podemos hacer nada”.
Déjalo allí, pues, sabio, sereno e inexistente. Confórmate con tu propio existir de plazos borrosos e impotencias asumidas. Pero no olvides, porque quizás en la memoria reside la cuadratura del círculo, el to be or not to be de todas las questions que en el mundo son, o han sido, o serán, a pesar de ti y de tus reticencias, a pesar de nosotros y nuestra discreta incontinencia verbal.