Martes, 2 de Diciembre de 2008
Creías haber rematado el asunto Enriquemolinesco, y sí, el personaje efectivamente desaparece de tus cuadernos, pero casi diríamos que se reencarna en nuestra voz, que te da cuerpo a ti, o a él, o a nosotros, para fijar en el tiempo este curioso tránsito de un verano entero en tres etapas…
1ª ETAPA
2 de julio de 1990
Supongamos que todo empieza de nuevo, cuando te falta una semana para irte a Islandia, donde los desiertos y los glaciares te prometen imágenes de génesis, de inicio, de otra primera vuelta de tuerca.
Tal vez sea demasiado pedir, ahora que crees saber que todo es comienzo y final a un tiempo, pero quieres ceder a la ilusión, igual que te aplicas disciplinadamente en la escucha de Mozart, igual que te impones esta calma en la tormenta, cuando probablemente tormenta y destrucción serían la vía adecuada para un más cierto punto cero.
Esperas encontrar formas y símiles de la nada, y respirar a su ritmo.
Esperas, realmente, encontrar los paisajes y los días de la tabla rasa.
Esperas reinventar las letanías del silencio.
¡No intentas siquiera leer las sagas que pueblen de fantasmas tu imagen islandesa!
Te mueves torpemente en premoniciones apenas apuntadas con palabras de sin-norte casi conmovedor… si no fueras tú mismo el sujeto a conmover, demasiado habituado a esta función de doctor Watson
(de pacotilla, por cierto) ante la vaharada de opio y violín, de fuga e intermezzo.
¿Crees poder encontrar un nuevo lenguaje: desterrar lo barroco y pedantesco, lo fácil, gratuito y atonal, lo excesivo y jeroglífico?
No, no lo crees. Quizás sí apuntarte, por fin, al silencio y al lugar en que fundar la inmovilidad de la calma.
Mientras tanto, cuando aún no viajas, esperas. Que llueva el maná, que te salven, que regrese la era de las crucifixiones.
(¡¿¿Qué vuelva Julia contigo, con él, con quién sea??!). Sólo por ti y para ti, que tanto ya –sospechas- te lo mereces. Por el deseo morirá el pez, en la asfixia, te recitas, te repites, te salmodias, feliz en el juego de la espiral retozona.
Lo real trata educadamente de no asomar la nariz en tus palabras. Lo real debiera ser carne de olvido, si tú no quisieras ser siempre precisamente tú, y prestarle voz, educación sentimental, sueño rosado y añoranza del paraíso.
Fuera del paraíso, ¿quién no desearía la voz de uno cualquiera de entre los poetas, siempre da igual cuál, uno cualquiera? De esos que no cesan de decir yo. Preferiblemente románticos, claro, preferiblemente más o menos británicos, claro.
(Y, por supuesto, nunca dio igual qué poeta fuera… pero esas cosas las aprendimos algo más tarde, claro). 2ª ETAPA
“Prefiero romper el rito y hoy, 22 de julio, proseguir la hoja comenzada, sentado en una silla de playa, al alcance el cielo y sus nubes torturadamente pictóricas, aquí, en Skutustadir (Islandia, claro).”
(¿Quién de todos nos robó aquí la voz? ¿Acaso el mismo que, más abajo, prosigue?:…) 3ª ETAPA
“Y por qué no seguir, ya no en Islandia, pero sí con rotulador made in Japan comprado en Reykiavik: yo y los objetos nos desplazamos en el espacio-tiempo a renglones-luz, visto y no visto, centímetros y toneladas.
Para hablar, por ejemplo, de la experiencia. Así, en abstracto. O de los cubitos para hacer castillos de arena. Castles in Spain.
O para no decir nada, en la tarde de sábado y aburrimiento frente al ventilador.
O para contar historias de musas, pasiones, literatura, grandilocuencia. ¿Para practicar el saque-volea con la escritura? O el yo-también-quería-escribir-en-primera-persona
(¡del singular!): tal vez hubo un tiempo para convertir la experiencia en literatura. Pero la experiencia conducía sin demasiados remedios al deseo de plácida mudez, sin los vértigos del alfabeto. Al deseo de seguir leyendo el libro comenzado."