martes, mayo 27, 2008

Goulasch chino

23-5-2008
Vienes de cabeza a la libreta húngara. Anotas la fecha. Respiras. Miras la última entrada: 24-12-1992.
Te acabas de duchar y afeitar y en esta época del año eso significa que, durante un buen rato, vas a seguir con los sudores del agua caliente a flor de piel, y la transpiración de poro abierto ejercerá de pasadizo atemporal hacia los ti mismo por cuya nariz ahora se desliza el fluido de las memorias…
Retiras un momento tus flamantes gafas de leer (¡gafas de leer, quién te lo iba a decir, gran jefe ojo certero!) y explicas: la libreta ha estado “aparcada”, junto con otras congéneres suyas, en un estante bajo de tu biblioteca casera, a la espera de futuras revisiones. Volvió a la luz hace más o menos un mes, cuando te dio por establecer puentes con pasados cuasi geológicos desde los que mandarte a ti mismo messages in a bottle, a ritmo precisamente de Police y compañía, en aquellos tiempos de Radio 3 full time que ahora reproduces en el coche, cada mañana, eterna New Wave casi petrificada en las frentes de los que allí estuvisteis (¿allí seguís?) para contarlo…
Te paras. Vas a leer esa anotación del 92 (Barceloooooonaaaaaa…)

Por supuesto: tienes que transcribirla. Juras por lo que queramos que no la habías leído antes de ponerte a escribir, hoy. Aunque lo parezca… Tenías, entonces, en diciembre del 92, medio iniciado el relato del viaje que habíais hecho ese verano: China, nada menos, de la que quedará probablemente para tu memoria particular la imagen de las Olimpiadas vistas a través de la tele descacharrada (que había que poner en marcha con… ¡un cortaúñas!) de una auténtica habitación china de hotel, con melón en descomposición bajo la cama. La anotación anterior había acabado con un… ¿Continuará?

24-12-1992
No continuó: si quieres saber más, ven y te lo cuento, que las palabras dichas regatearán por entre los labios y las fotos para alejar un poco más la memoria de lo exacto, y de las fechas.
Después, he vuelto a pensar en las ficciones, quizás para distribuirlas aquí, en el estudio, por entre las estanterías atestadas y caóticas, quizás para colgarlas a secar por las patas, y darles solera y robustez de jamoncillo curado y lomo corruscante.
Tal vez a ello vaya, si las pilas de trabajos escolares lo permiten, sofocados aprendices de hacedores de letras enfangadas en calificaciones y faltas de ortografía.

Es el estudio como una metáfora de todas estas pretensiones: se acumulan las edades en forma de libros y revistas que no hay quien catalogue, y uno piensa, precisamente, claudicante, en el bonito ordenador, con su teclado, su pantalla, y su reconfortante presencia salvadora.
Sandeces, claro.
Nada que supere a la furia del amanuense en plena liberación de sus instintos, si es que los tiene.

Ya estoy aquí, y ya tengo ganas de salir corriendo a hacer otras cosas, quién sabe cuáles o por qué. Esa es la idea: encerrarme aquí algún tiempo al día, utilizar todo este material disperso, mi cabeza incluida, recuperar las ansias de jovencito enciclopédico que me hicieron comenzar, pero nunca consiguieron hacerme proseguir.
Y, mucho menos aún, finalizar.

martes, mayo 20, 2008

Carta en el tiempo

A veces, releer la libreta húngara parece un ejercicio de blogger en el tiempo… Esto, por ejemplo, podría ser perfectamente una carta de Héctor, desde algún sitio…

1 de Diciembre de 1989
Es bastante difícil irse, después de todo. Pero no me pidas que te cuente, ni que inicie los azotes al niño malo que acaba de descubrir que no es Superman y vaya tortazo.
Sólo hablar, y oír la propia escritura. Relanzar el sueño del ya estrellado, por fin sin ansias de martirologio. Eso sí: es una nueva sensación. No vamos a reinventar el mundo, ni siquiera a ofrecerle la más lúcida de las interpretaciones. Ni somos los más adecuados ni nadie lo es.
(Me he dejado encendida la luz del pasillo. Me voy a levantar. La voy a apagar… Igual que el despertar cada mañana: la sensación, siempre, de haberme dejado algo encendido, en algún lugar).
No, no voy a relatar grandes hazañas, ni me voy a relatar a mí. No, tampoco a vosotros
(ya existíamos, ya flotábamos sobre las cabezas calenturientas de tus personajes insomnes…),
ni a la sequedad que a veces domina el sentimiento indefinido. ¿Es quizás de eso de lo que queréis oír hablar? ¿De la lucha contra esa precisa resistencia, del atractivo de lo que se resiste, de la impotencia contra lo que se resiste, extendida hasta las últimas claves, los más recientes códigos? ¿Qué clase de lenguaje es ese?
El centro del pozo y la línea de flotación se enhebran en los discursos cuando comienzan a parecer incomprensibles. Quizá alguien nos reveló que no hay nada que comprender y, si lo hay, que no merece la pena el esfuerzo por comprender, que la decepción es mayor que el hallazgo, que en el silencio o en la fiesta del charlatán descansaremos, sabremos, viviremos mucho más sabios, cómodos, contentos. La alegría del que describe su itinerario, inmóvil al borde del mismo comenzar: “cambia la palabra y cambiará la idea, cambiará la pasión y hasta el objeto”. Pero eso son consejos de fósil prematuro. Después de todo, ya no somos jóvenes, ¿no te parece? Ni viejos, ni viejos…

martes, mayo 13, 2008

Nuevos silencios húngaros

Hoy tus yoes deciden jugar a los mundos paralelos. Así que, juguemos. El de hoy, el de ayer, busca textos y pretextos para el proyecto teatral del año que viene. Apuntes para una dramatización del silencio. El de hace veinte años sigue escribiendo en su preciosa libreta húngara…

Lunes, 12 de Mayo de 2008
El silencio. Apuntes para una dramatización.

(Actores en escena. Música. En los silencios intercambian gestos “huecos”, gruñidos, elementos de “cohesión grupal”. Coreografía de las transiciones música / silencios).

VOZ.- En el silencio oigo el rechinar de mis tripas.
El silencio me sitúa frente a mi propio vacío.
Hago gestos extraños, pongo caras raras si me quedo en silencio, y si nadie me habla, si me quito los auriculares, si desconecto el móvil y todos mis aparatitos.
Tengo pánico al silencio.
Puedo oír mis pensamientos.
Escucho una voz que parece la mía, y que me pone muy nervioso…
¡Soy yo, estoy aquí!

VOZ.- De repente entro en mí, me exploro, me reconozco… Y eso me da miedo. Noto como crujen puertas y muebles en mi interior… Me siento respirar… ¡Me huelo! ¿A qué huelo, en el centro del silencio?

VOZ.- Podría estar precisamente en ningún sitio: nadie a mi alrededor, nada a mi alrededor.
En el silencio absoluto pronuncio una palabra, gruño, grito, aúllo…
Imito a todos los animales que conozco, imito el llanto de un bebé, el sonido de la lluvia, el claxon de un camión, el tráfico en la ciudad. ¡Ya no estoy solo! El ruido me hace sentir vivo, me deja la mente en blanco, me olvido de quién soy y de qué hago aquí.

VOZ.- Necesito el ruido, necesito la música permanente, las palabras consecutivas a las que apenas presto atención, a las que no presto atención en absoluto.
¡Maldito silencio!

(Actores aislados en “burbujas de ruido”. Hablan y cobran vida cuando se para el mundo… Desde su burbuja…).

30 de Agosto de 1989

Hablamos. Hablamos mucho y le vamos poniendo nombres a las cosas. Certidumbre absoluta. ¡Pobrecito, no tiene certidumbres! Personaje sin metas. Pirandello tenebroso.
Tampoco hablar de esto deja de ser verborrea. No tendría importancia, sin embargo, si no existiera la creencia de que hay, debe haber un ritmo. Si esa creencia no fuera universal, quiero decir. ¿Por qué todo el mundo se conforma con ritmos tan sencillos que su fraude es evidente? Delincuentes, locos, desviados: disonancias. Enfermedad, depresiones, anomalías: disonancias. El otro; inmensa disonancia. Pero todo lo integramos en nuestro ritmo particular, con el bonito apelativo: disonancia. Y sin embargo, ¿no son todos los ritmos acoplables? ¿Hasta qué limite?
Conclusión; no más metáfora rítmica.
Metáfora ingenieril: buscar pretextos para tender puentes. Vivir en el perpetuo tender puentes. Objetivo en sí mismo: enlazar con cada cosa, con cada persona, con cada yo que vamos siendo cada vez. Eliminar la ansiedad introspectiva. Me oculto mis inconfesabilidades, mis pecaminosidades.
O concebir algo nuevo sobre los viejos materiales. Sea la musa poética, sea la imagen retocada. Sean nuevos puentes sobre el Danubio. Sean las fachadas con huellas de bombardeos en Pest. Sea el Hilton de Buda. Sea el metro de Viena o el paquete de Fortuna regalado en el tren. Sea el inglés de garrafa (…and a mineral water, please…). Typical hungarian! La dosis de páprika que el currante esnifa a mediodía, cervezas aparte.

miércoles, mayo 07, 2008

Letanía del Autosilenciado (Versión Feliz Levante Español)

El silencio, la mejor de las coartadas.
La voz que nunca fue.
La que quedó de puertas adentro, doble cerrojo, nada.
Salón de sílabas perdidas, de afónicas disculpas premeditadas.
Excusatio non petita, evidente culpable, la callada por respuesta.
Quieres trabajar sobre el silencio necesario en la selva de los media apabullantes, pero te vuelves sobre el silencio desastroso de lo no dicho por abulia inmisericorde…
Silencio.
Se rueda.
Se gira.
Se muge o se berrea.
Silencio de disco antiguo, rayado, cabezón y monserguero (elocuente neo-palabro).
Silencio.
Cierra la bocaza, abre la muralla y cómetela: atracón de cántico generacional, progre trasnochado de los mayos y los sesentayochos ahora bien machacaditos por la moda encorbatada y las sotanas eternas de pasarela permanente y vigencia indiscutida.
Silencio.
Y que les den.
Y que ladren lo que les plazca,
con su estreñimiento de cilicio en bandolera
subvencionado por los sueños que fueron
nuestros
(y ya os jode, cabronazos, ya…),
nuestros.
Que nos quiten lo bailado, lo follado,
lo fumado. Que nos lo quiten.
El pasado ya pasó.
Y el presente… Las playas, bajo los
adoquines, se llenaron de torres de
apartamentos. Ya no es nuestra, la playa.
No la queremos.
Que os aproveche.
Que los sueños de Fórmula I y permanente Gran Evento se os atraganten y la Ópera os devore los entresijos y os acogoten los reflejos de oropel y bisutería.
La Historia es vuestra.
Y la ciudad.
Y nuestros barrios.
Tomadlos, devoradlos, defecadlos…
Sobre vuestra mierda los miserables os morderán la polla chorreante, el coño incorrupto de Santa Rita, Rita, Rita…
Sobre vuestra mierda los miserables reventarán, grano de pus, y todos los inmigrantes buenos comerán paella y se harán falleros para que os corráis de gusto y descorchéis todos los Möet Chandon de vuestros triunfos sin igual y vuestros Ebros infinitos.
Silencio.
Sólo silencio.
Todo el silencio.
Desperdicio de exabruptos genialoides.
Tomad y quedaos también con la palabra.
Nos ha de bastar con el silencio.
Infinito silencio.
General silencio.
Silencio.
Sólo silencio.