Veinte años
Viste una representación de Teatro de los Sentidos (“El hilo de Ariadna”) hace casi veinte años, en Madrid. Has vuelto a verlos ahora (“La memoria del vino”) en Valencia. Veinte años condensados en sensaciones y, seguramente, en equilibrio personal. En Madrid los actores os guiaban, os llevaban de un sitio a otro, después de taparos los ojos, y teníais que confiar plenamente, y mantener todos los sentidos dispuestos… Esta otra tarde se trataba de la fiesta, del ritual conjunto, pero también con momentos de oscuridad, de aislamiento, de sentirte solo y “desvalido” ante las sensaciones que se iban desplegando a tu alrededor…
Quizá una metáfora de la continuidad, y del deseo de vida y de comunicación, punzante aún en este mundo de individuos bloque, bien separados uno a uno, con ilusión de independencia, de auto-suficiencia enganchada al falso sustitutivo, al remedo de “comunicación” que mantenemos como espejismo que casi todo lo justifica…
El teatro, este en concreto, como elemento limpiador de mentes y cuerpos embotados. Cuando un actor (mejor una actriz, en tu caso) se acerca a ti y te toca, te conduce, te habla al oído, está cubriendo, probablemente, tu cupo anual de contacto piel a piel con “lo desconocido”: lo próximo, lo que está al alcance de la mano (esa mano que nunca alargamos más allá del territorio de seguridad, por miedo a las inevitables pirañas de mordisco criminal, subrepticio, esperable…). El semejante-enemigo, el que no es yo y no me conoce, de repente (pero no es de repente: esto es teatro) se acerca a ti ingenuamente, sin pretender nada, para jugar, para bailar, para (por ejemplo) pisar uvas con los pies descalzos, metidos en un barreño, junto con otros desconocidos. La actriz al final os limpia los pies uno a uno con un trapo: Jesucristo no sectario que purifica las herramientas sagradas de Dionisos, los pies que nos unen a la tierra, y al vino dador de vida…¡y borrachera!
Cuando regresas al exterior, sois tú y tu doble de hace veinte años los que salís, unidos en una simultaneidad que incluye en su interior el tiempo transcurrido, en un alarde de magias cotidianas y simples: la vida fluyente ha tenido un instante de condensación, de solidificación. Pura esencia de ti destilado, recibes el aire de la noche, eres, existes, juntos a la vez todos los que alguna vez has sido…
Luego será de nuevo la disgregación, al calor de la vida que prosigue, de las hordas de lo real que acecha, con mueca de cazador seguro de su triunfo. Al menos hoy sonríes, recuerdas, vives tu plenitud de yoes reencontrados.
Disfrutas.
Quizá una metáfora de la continuidad, y del deseo de vida y de comunicación, punzante aún en este mundo de individuos bloque, bien separados uno a uno, con ilusión de independencia, de auto-suficiencia enganchada al falso sustitutivo, al remedo de “comunicación” que mantenemos como espejismo que casi todo lo justifica…
El teatro, este en concreto, como elemento limpiador de mentes y cuerpos embotados. Cuando un actor (mejor una actriz, en tu caso) se acerca a ti y te toca, te conduce, te habla al oído, está cubriendo, probablemente, tu cupo anual de contacto piel a piel con “lo desconocido”: lo próximo, lo que está al alcance de la mano (esa mano que nunca alargamos más allá del territorio de seguridad, por miedo a las inevitables pirañas de mordisco criminal, subrepticio, esperable…). El semejante-enemigo, el que no es yo y no me conoce, de repente (pero no es de repente: esto es teatro) se acerca a ti ingenuamente, sin pretender nada, para jugar, para bailar, para (por ejemplo) pisar uvas con los pies descalzos, metidos en un barreño, junto con otros desconocidos. La actriz al final os limpia los pies uno a uno con un trapo: Jesucristo no sectario que purifica las herramientas sagradas de Dionisos, los pies que nos unen a la tierra, y al vino dador de vida…¡y borrachera!
Cuando regresas al exterior, sois tú y tu doble de hace veinte años los que salís, unidos en una simultaneidad que incluye en su interior el tiempo transcurrido, en un alarde de magias cotidianas y simples: la vida fluyente ha tenido un instante de condensación, de solidificación. Pura esencia de ti destilado, recibes el aire de la noche, eres, existes, juntos a la vez todos los que alguna vez has sido…
Luego será de nuevo la disgregación, al calor de la vida que prosigue, de las hordas de lo real que acecha, con mueca de cazador seguro de su triunfo. Al menos hoy sonríes, recuerdas, vives tu plenitud de yoes reencontrados.
Disfrutas.