martes, diciembre 19, 2006

Sobre cerdos y margaritas

1

Como era de esperar, al poco tiempo de asomar por este espacio redescubres idénticos obstáculos, reivindicas perezas similares. Pocas cosas a fin de cuentas que decir que no sepamos ya todos los demás: ni tus palabras van a descubrir nada nuevo, ni seguramente lo has pretendido. Romper quizá la barrera de la autocomplacencia y poco más. Narrar tu mundo, explorarlo para desentrañar tesoros ocultos con toda probabilidad tan insignificantes como imaginas, hacer explícitas las intuiciones de alguna vez o las visiones de ese instante lúcido que se escabulle por las ranuras de los conformismos cómodamente dispuestos… Todo eso supone una dedicación y una presencia completa que sigues sin destinarnos, que no podemos solicitar, que no va a suceder nunca.
Pero es que aquellas eran las grandes expectativas… ¿Y las pequeñas? ¿Y los arrebatos? ¿Y las ráfagas de luces cruzadas? No sabemos. Algo cansadas también, quizá, ellas.

2
Sábado por la noche. Espectáculo de calle. Grandes globos con figuras antropomórficas sobrevuelan la avenida repleta. Humanidad en plena exhibición de sí misma: manos que agarran, codos que aprietan, cuerpos que empujan.
Pastor poco bucólico de una treintena de chavales que se han quedado sin actuar (demasiada gente, poca experiencia, mejor no correr el riesgo…), caminas, contemplas y valoras. ¿Quién eres tú para valorar? Pero sí, valoras: algo parecido fueron las fiestas del Barroco. Gran despliegue en medio de la miseria, placer efímero y multitudinario, ego gobernante a rebosar de alegría por haberse conocido… Galimatías del “pueblo”, del “vulgo” necio y lameculos por delante (bella paradoja, pardiez), navaja traidora por detrás y maledicencia siempre…
Teoría de las margaritas, los cerdos y los objetivos ¿culturales? del milenio.

3

Los media nos tienen asidos por el sitio exacto: a cada uno su sitio. Ese mismo sábado prácticamente todo el pueblo escuchaba el Himno a la Alegría interpretado por los músicos y los coros locales, instalados al pie de la torre de nueva planta que adorna una rotonda, sobre la que las luces y los globos gigantes proyectaban imágenes casi oníricas, al tiempo que veían y escuchaban un super castillo de fuegos artificiales. Mensaje del espectáculo: todos somos ciudadanos, los inmigrantes también son de este pueblo, todos al fin somos inmigrantes… En torno a ti, comentarios pretendidamente humorísticos, citita pura de las últimas idioteces televisivas. Del pretendido mensaje solidario creo que no se enteró nadie. Ni falta que hacía: en los corrales del siglo XVII nadie entendía tampoco los versos de Lope. Pero allí estaban todos. ¡Poder para el pueblo, ya! Iremos buscando anunciantes para los descansos…

martes, diciembre 12, 2006

Quevedo

Acuciados, revueltos, inmersos en el caos bien organizado, no tenemos excusas. Recurrimos, sin más, a la carpeta polvorienta. Fecha desconocida porque, en aquellos tiempos, nos daba por no poner fechas…

Tal vez quedará siempre el misterio de por qué no se hicieron las cosas. No se edificó el signo, el monumento, la advertencia: Manolo y Pepita estuvieron aquí. Lo abstruso es tantas veces la clave. La palabra dicha a medias. El código ininteligible. De cada lugar regresará la memoria de lo ejecutado, y la vista atrás un jeroglífico de leguleyo especialista. Por qué pretender ninguna claridad. El simple abandono de uno mismo en el mundo donde se cruzan todas las palabras, todas las ideas, objetos, recuerdos, alucinaciones. Un mundo continuado que prefiere seguir ignorando los enrejados-código, los manuales para la recta interpretación de lo originariamente torcido.
El azar que desespera los sistemas. Aquí te veo y aquí te mato. Es de nuevo pretender organizar el caos lo que siembra las distancias. Entre tú y el mundo, entre el ritmo y lo enérgicamente arrítmico. No hay arritmias. No hay músicas. No hay transparencias. Una colosal madeja de acertijos engarzados.

UNA COLOSAL MADEJA DE ACERTIJOS ENGARZADOS:

El presente, nunca el futuro. Estar vivo y darse cuenta de ello precisamente ahora. No mañana: ahora… y estamos de nuevo sobre lo mismo… y combinamos sin límites… y es justamente la constante combinación la que nos salva. El modelo es el futuro. No pretendas hacer luego lo que estás haciendo ahora. Por buscar el modelo te detienes y lo dejas para otra ocasión: pero abrir la compuerta –desechar la cuadrícula- es terriblemente difícil: no siempre sucede: henos aquí, de nuevo, abocados hacia el futuro. ¿Es esa la maldición? Y el futuro acaba. Nunca llega el presente: se va.

EL PRESENTE NUNCA LLEGA: SE VA.

“Toda nuestra ansia es vivir la muerte”. Quevedo.

martes, diciembre 05, 2006

El otro

Echas de menos el aire libre. La sensación de pulmones abiertos del camino, el sol sobre la nuca, los sonidos envolventes que vas adivinando en su sucesión moderadamente caótica. Hace tiempo que descubriste que te has creado una vida perfectamente ordenada y bajo techo, y que el cuerpo parece resistirse, perezoso, a la salida, a los exteriores que luego agradece renaciendo con trazas de Venus entre la espuma, o de Fénix con gafas de sol y cerilla a punto (por recurrir a símiles de esos que apenas se han usado nunca, nos dices, tan original siempre tú). Y es que las inercias se te adueñan rápidamente de lo cotidiano, y tu existencia se dirime en solidez de metrónomo y ritmo matemático, con bostezo y fiambrera incorporados, y una aversión se diría que casi hipocondríaca a la ruptura, al contrapunto, a la sorpresa, variación inesperada sobre la rutina contigo mismo alguna vez pactada.
El aire libre te redime, te convierte en el otro que nunca llegaste a ser, el que devino perpetuo viajero siempre en el camino, una noche aquí y un año allá, segundos descontados al tiempo medido en extrañas secuencias: semanas de hora y media, semestres envasados en minutos de gloria repentina, asaltos de infinito al lado de la senda iluminada por el paso, por la huella, por la sombra de los deseos enhiestos y triunfantes. El otro, el doble, zascandileando por los espacios soñados, levantando mapas de aspiraciones cumplidas y revoluciones logradas. El otro, que a presión se te introduce en los adentros, y te hace suspirar de a renuncias, de a derrotas que nos pasaremos la vida suavizando, con la sonrisa de los que al final fuimos, porque no pudimos, ni quisimos, ni intentamos convertirnos en el otro, porque aquí quedamos, cielo raso, habitación cubierta desde la que seguiremos escuchándote, por siempre.
Y hasta cuando.