jueves, julio 24, 2008

Desde el reino de las siestas...

Jueves, 24 de Julio
Haces parada en Valencia con el tiempo justo para rehacer el equipaje… Tenías una duda… ¿Cuatro post o uno solo? Pero al final te decides… ¡Todo de golpe! Hay un mes entero para enfrentarse al tochillo… Así que vuelves a despedirte… ¡Hasta finales de agosto, y que todo el mundo se porte bien…!


Viernes, 12 de Julio de 2008

…De nuevo frente al teclado… Y sin la libreta húngara a mano.
Decidido a picotear de aquí y de allá, imágenes de paso tranquilo tal vez que desaparecerán si no las atrapas,
que se darán a la fuga a grandes zancadas insatisfechas, agotadas
de tanta lentitud y tanta espera solemne,
así como te pones cuando el sol aprieta
y cada pedalada te lleva a otros lugares y otros tiempos como éste, cuando las piernas aún no protestaban, y el aliento se te escapaba entre alquitranes nicotínicos y delirios inalcanzados.
Picoteas, pues, y preferirías seguramente quedarte callado,
porque hay instintos que demandan su razón de culpa
y castigo,
aunque tú no estás por la labor, ciertamente, y preferirías
un buen fiestorro con su provisión correspondiente de odaliscas ondulantes y vejestorios danzarines, tal vez, por aquello del contraste y las babas, repartido todo equitativamente y en ordenada secuencia, con sus pingüinos y retales de faunas improbables secuestradas y al alcance de simulación paradisíaca, o fríos que equilibren
esta fiebre,
o el delirio de las imágenes (volvamos al principio)
que a grandes zancadas te persiguen y giran hacia ti índice enhiesto, ay pillín, que te nos escapas…
Todo eso persiste y finge un sustrato de suelos que pisar y en los que apoyarse. Pero el equilibrio se modifica a cada paso, equilibrio trastabillante, equilibrio de tropezón y manos al aire que sobrevuelan obstáculos sabiamente predecibles, y predichos por tanto, compilados, fichados, venerablemente ordenados y dispuestos a hacer su aparición triunfal, a provocar la risa del payaso listo y el sofoco del augusto balbuceante que identificarás en el espejo, si te miras… Si te atreves a mirarte.

Martes, 16 de Julio
El domingo, en Mérida, Las Troyanas, de Eurípides, montada por Mario Gas. Es, probablemente, una versión modélica de un clásico… La Orquesta aparece convertida en la playa de Troya, de arenas blancas realzadas por la iluminación. Allí espera el coro de mujeres troyanas, que narra y lamenta sus desgracias a lo largo de la representación, con Hécuba (Gloria Muñoz, perfecta), la madre de Héctor, como Corifeo desgarrado. Los movimientos, la dicción, los cánticos del coro de mujeres son una delicia dramática perfectamente trabajada, que realza la idea de la que Hécuba es depositaria: el sufrimiento de la madre, abuela, esposa… confrontado con el orgullo de la nobleza derribada, obligada a servir a los nuevos amos griegos, obtusos y crueles hasta el sadismo, ejemplificado en el consejo de Ulises: arrojar desde las murallas al hijo pequeño de Héctor, al que arrancan de los brazos de su madre sin contemplaciones.
En el escenario propiamente dicho se desarrollan algunas de estas situaciones, consecuencia inmediata de la guerra… Dos enormes cabezas de Poseidón y Atenea, en los laterales, presiden el festín cruento, prologado por una conversación impagable entre Poseidón (Carles Canut) y Atenea (¡Ángel Pavlosvsky!, encantado, supongo, embutido en el vestido negro ceñido de la Diosa Virgen que taconea hacia el Olimpo…). Allí se suceden las historias de derrota y venganza: la locura de Casandra (excelente Anna Ycobalzeta); la desesperación de Andrómaca (Mia Esteve), la viuda de Héctor; el cinismo fronterizo de Helena (Clara Sanchis), que defiende su “caso” en un debate de dialéctica exquisita con Hécuba, ante la mirada atónita de Taltibio (Ricardo Moya, muy ajustado), el heraldo de los vencedores. Es en esta última escena en la que encuentro el único “pero” a la representación: la presencia en el papel de Menelao del televisivo Antonio Valero, plano y monocorde, gritón e impávido, al que se comen con patatas las actrices, entre los flashes (prohibidos, por cierto) de las cámaras del público telemaníaco.
La obra culmina con la traca final (muy bien aprovechado el recinto romano, reforzado por una estructura metálica vertiginosa por la que trepan los actores en los momentos clave de la obra): las mujeres troyanas prefieren arrojarse a las llamas de la ciudad incendiada, antes que cumplir su destino como esclavas de los vencedores…
En definitiva, el texto de Eurípides llega limpio y lleno de significado(s) a los espectadores “contemporáneos”, con apenas el guiño del vestuario moderno de los soldados griegos (¿marines norteamericanos, quizás?), o el toque macabro de la camioneta llena de cadáveres sobre la que aparecen Andrómaca y su hijo. Es de suponer que la reflexión ha de venir después, si es que los públicos de hoy en día son todavía capaces de ello entre foto y foto, entre luz de teléfono móvil (hay quien no lo deja en paz durante las casi dos horas de función) y actitud de censor provinciano y conservador, a la que el Festival de Mérida es, por otra parte y a su pesar, algo propicio. Algunos espectadores, a la salida, suspiraban castamente aliviados por la “normalidad” de la versión de Gas. Las comparaciones con, por ejemplo, Los Persas vista el año pasado puesta en escena por Calisto Bieito son inevitables… Y quizás este cronista eche algo de menos el escándalo puritano de algunos de estos modernos defensores de una clasicidad de pacotilla con la que, desde luego, esta espléndida versión de Las Troyanas no tiene nada que ver.

Jueves, 17 de Julio

Imaginas a Héctor al teléfono, contando sus desdichas a una “operadora” de pago. Y es que, le dice Héctor, Aurora, mi novia, bueno, mi amiga… me ha pillado en plena sesión de webcam, con el calzoncillo a medio bajar, y excitado como un caballo de carreras en su día de reposo…
Claro que cuando el pobre Héctor comenzó a existir esas cosas aún no estaban inventadas, y quizás sólo podía recurrir a la prostitución tradicional, o al exhibicionismo en medio de un parque… ¿Y es posible que a Héctor le pasaran estas cosas? Sí, por qué no. Los instintos de Héctor siempre estuvieron a medio camino entre lo que era y lo que debía ser. Y Héctor jamás dejó de ser un proyecto de machito, frustrado porque su ética le dictaba otros comportamientos, le obligaba a renunciar a conductas que, en secreto, su entrepierna le reclamaba con furores casi alucinados… Y ya se sabe que la conciencia es la que manda, salvo cuando el interfecto se aventura por los caminos non sanctos de los descontroles etílicos o las liberaciones psicodélicas…
Algunas de esas brumas desabrochadas invaden a veces los territorios racionales, en el medio sopor de la siesta o en la excitación del despertar fronterizo… Héctor, o tú, os ponéis a imaginar entonces, y os preguntáis con gesto de secreto turbador que ocurriría si… Y si… Quién sabe, entonces, si os abandonáis a las imaginaciones más o menos perversas, o si apretáis el cinturón de las convicciones durante tanto tiempo interiorizadas, para renunciar definitivamente a fantasías de consumidor barato de sexo más o menos prostituido…
Regresado a la normalidad, observas el mundo a tu alrededor y te preguntas si los deseos racionales de transformación, si la aspiración a un mundo en el que los hoy llamados roles de género estuvieran simétrica y perfectamente distribuidos (¡anulados!), si la renuncia a las prerrogativas del macho y a las dulces emboscadas de la hembra sometida, si el sufrimiento que, sin duda, esa actitud de cambio ha provocado en unas y en otros (…y el placer, claro, y el alivio, claro, y tantos momentos de casi ingenua felicidad, claro…)… te preguntas si todo eso ha valido la pena, visto lo visto. Y te respondes, claro que te respondes. Por supuesto que ha valido la pena. Y si las nuevas generaciones prefieren regresar al pasado, montadas en sus caballitos cibernéticos, para volver a la mujer-mujer (eso sí, con trabajo doble, fuera y en casa) y al hombre-hombre (pero depilado, faltaría más), como Dios manda, pues eso, pues ya sabemos: que les den y con su pan se lo coman, y etcétera.

Viernes, 18 de Julio
Prietas las filas de la fecha,
cuadrada y bien cuadrada,
sometiendo a peso y medida la avalancha houellebecquiana de ayer
y preguntándote,
con cierta dosis de vergonzante mojigatería,
qué imagen quieres dar
de ti mismo.
La fecha pues te da una pista, y mandarás
a freír espárragos tus reparos de señor bien instalado,
libre de piedras y pecados, juez de la mano
vengadora,
juguetona,
saltimbanqui y bíblica como las maldiciones
con que asaeteas algún amanecer de circunspecta reflexión,
y almidonada.
Fuiste y serás un ser mutante,
atrapado en la fruición de sus instintos y sus riendas,
camino al umbral de ningún sitio,
porque nos robaron los horizontes y el paso,
se quedaron con cada deseo y le pusieron etiquetas,
colocaron en estantes el tesoro
y lo fueron vendiendo de a pedazos: inventaron
el canto pueril de infantilizados
seres ridículamente adultos enganchados
a un carrito de la compra en su entrecejo: la verdadera
nueva raza, poseedora de la esencia definitiva
y de nuestra derrota tan anunciada
como algunas muertes,
como algunos secretos de pecho adentro,
donde libramos lucha a sangre, lucha a fuego,
contra el espectro en pie de guerra de lo que fuimos
y seremos.

Como cada vez, el debate, las contradicciones, se nos irán pudriendo en las conciencias curtidas en mil batallas, mientras los buenos, los triunfadores, nos observan con curiosidad mal disimulada y lamentan habernos perdido para su causa, lamentan verse obligados a mantenernos en lugares no peligrosos para el buen sistema que nos sustenta y nos defiende de nosotros mismos, lamentan (y celebran) que se nos vaya la fuerza por la boca y que nosotros mismos nos encarguemos de destruir cada posibilidad de ponerles cerco, de atacar su inexpugnable posición de realidades existentes, de todo-lo-que-no-soy-yo-es-utopía, de administradores de todos los bajos instintos disfrazados de farisaica complacencia. En esa cuesta abajo nos deslizamos, buscando preguntas y respuestas en las que nos enredamos, cada vez de peor gana, y cediendo terreno a la derrota, minuciosamente organizada, explicada, ganada a pulso en la absurda discusión de principios
irrenunciables
y desuniones de fantasmagórica complejidad dialéctica y burricie
sin cuento. ¡Ay, si al menos hubiera algún cuento que contarnos para dormirnos suavemente, con la sonrisa de la conciencia tranquila, porque hicimos lo que pudimos, ya no pudimos más, y eso era todo, y hasta ahí llegamos! Pero ni siquiera.
Ni siquiera tenemos cuento que contarnos.

martes, julio 01, 2008

Hasta ahorita, más o menos

Martes, 1 de Julio de 2008
Pasó la semana, y tu promesa sin cumplir, así que lo vas a hacer ahora, un poco apresurado, porque el viernes empieza la primera fase de tu “aislamiento veraniego”. Así que este será el último post hasta finales de Julio… Unos vienen y otros se van…

26 de Febrero de 1990

Si las palabras dejaron de existir. Borradas.
Travestidas.
Jirones de palabras en torno a la memoria.
Medida del tiempo en cuenta de abandonos. Renuncias.
Imposibles.
Melodrama de palabras, lágrimas de cocodrilo.
Peloslargos envueltos en celofán y naftalina. Corredor de distancias lejanas hacia el tiempo de las uñas moderadamente negras, y el desastre incontrolable del fregadero a rebosar. Prosas. Cronómetros. Cabezas bien sentadas, piernas modosas y cruzadas. Ímpetus a resguardo de toda tentación. Equilibrada serenidad.
¿Deserción?
¿Desertización?
¿Erosión?
¿Otra vez tentación?
¡Indefensión!
El parchís de los años en bonitos almanaques, donde los verbos
(¡Acción!)
Nunca fueron bien considerados, y el estanque ya sin demasiados cisnes, armarios de patitos feos en librea proletaria y adulta circunspección. Ya no cervezas prestadas: religiosamente whiskys pagados, y cenas, y velitas. El gourmet. Quizás la secretaria.
Riguroso cabezota, sin embargo, de dientes ahora mordedores, y agresiones visuales y su amada complacencia en propios discursos, mostacil aderezo, green pepper grains, tabasco, ayyyjalisco…. No te rajes.

Vacunado.
Nunca más la fiebre amarilla. Ninguna otra fiebre.
Estufa. Canalla.
Pantufla. Y en el centro, sólo el centro. Amaya.
Rechifla. Remedios.
Enchufa. Trienios. Sepelios. Salterios.

Crueldad del futuro amargo.
Infinito justificante por enfermedad del propietario de este cuerpo pensante. Ya no es lo mismo, no, ya nunca habrá sido lo mismo.
Mueca no desleíble en cafeína ni azúcares fermentados.
Mueca permanente, rostro edificado. Eficiencia vital.

Sacar al hereje del refugio costaría planetas de camellos danzantes, tacones de aguja hasta el pajar de los ojos de todos los ricos
pirulís de menta, paquetes de pipas en rigurosa línea recta hasta el Tombuctú del yanovuelvas que hiciste tarde.
El hereje recubre de almohadones su refugio. Ya no hay palabras para más cartas de amor. Verdaderamente, todo un concepto. ¿Sentémonos a filosofar? Los sentidos no se disparan. Eficaz proceso de pólvoras mojadas.
Deben ser los treinta, o los cuarenta, o los cien. Aldabonazo sordo. Miseria de la emoción incrédula.
Autorregulación.
Calefacción.
Recepción.
Manufacturación. Hecho a mano. Bello universo hecho a mano. También en venta. Y muy cerca (aquí al lado) de su domicilio.
…pero lo nuestro es pasar.
Cada vez de más cosas.
Se me calle.
Se me calle.
Se me calle usted, si hace el favor.