martes, septiembre 25, 2007

Colombia-2

Viernes, 14 de Septiembre
La carretera Bogotá-Villavicencio, como modelo a escala del país.

(Escribes en tu terraza, con una copa de vino y un almuerzo liviano. Llevas varios días con esa frase en la mente, sin encontrar la ocasión de decírnosla. Decides escribir esta vez. Te contemplas, evidentemente, desde algún rincón imposible).

Descenso desde casi 3000 metros a unos 900: la bajada a los Llanos Orientales. 120 km. Un mínimo de tres horas y media. En el viaje de ida bajasteis de noche: os perdisteis a la fuerza el espectáculo del paisaje arrollador. “Disfrutasteis”, sin embargo, de otro show no menos apasionante: la salida de la ciudad, por el sur, desde el aeropuerto, en medio del gigantesco “trancón” de tráfico de las seis de la tarde. Por las ventanillas de la furgoneta se despliega ante vosotros la visión arquetípica de la miseria ciudadana: trepan por las colinas, hasta donde alcanza la vista, todo tipo de edificaciones precarias. Desde la base hasta la cima, y parecen rebosar por detrás, para alcanzar la altura siguiente. En primer plano, con el fondo penetrante del olor a gasolina, la gente en su vida cotidiana, que va y vuelve “al centro” en trayectos interminables. Como todo en Colombia, la mezcla es mareante. Cruzan entre los vehículos, por donde pueden (apenas hay semáforos en la ciudad, y menos en estos andurriales) mujeres, niños con uniforme escolar, vendedores con su carga. Apenas avanzáis. Va cayendo la noche. A la izquierda, en la calzada, una moto tirada junto a un camión. El muertito del trancón de las seis.

(Se supone que deberías escribir observaciones breves. Pero el flujo de palabras retenido se te escapa a toda velocidad, y apenas te da la muñeca armada de Bic vulgaris para seguirlo…)

Cuando dejáis atrás la última colina-colmena hace más de hora y media que salisteis del aeropuerto (recién llegados de Cartagena de Indias, de la que seguro que hablarás más en otro momento). Ya es de noche. Esta carretera es casi un orgullo nacional. Para salvar el desnivel, la ruta gira y regira por un terreno frágil en el que se producen frecuentes derrumbes. Sólo hay un carril por sentido. Los tramos que no están en obras están repletitos de baches más que traidores. Por supuesto, la vía es de peaje. No llega a los extremos de nuestra ínclita AP-7, pero no es barata. Hay tres largos túneles (entre 3 y 7 km.) recientemente construidos, que sortean antiguos obstáculos y consecuentes revueltas. Nuestra impresión “primer-mundista” es que difícilmente pasarían el examen en Europa: dos de ellos no tienen ventilación a la vista, carriles estrechos, escasas escapatorias… Pero para cuando llegamos a ellos, nuestro criterio es ya casi local… ¡son unos túneles estupendos!
El límite de velocidad en Colombia está establecido en 80 km/h. Es difícil llegar a esa velocidad en casi ninguna carretera, y menos en esta. El trayecto nocturno se convierte en una sucesión de adelantamientos inverosímiles a millones de camiones hiper-lentos. Es fin de semana. Puente. ¡La carretera está llena! José Joaquín, nuestro conductor,

(Internet es una maravilla. Contratado desde España, nos ha llevado de lado a lado con una eficacia digna de capítulo aparte… Nos prometes que lo tendrá. Vale, nos lo creemos)

es bastante prudente, atendiendo a los estándares locales. Sólo hace unos diez adelantamientos semi-suicidas durante el trayecto. Pero la verdad es que después del segundo ya nos parece hasta tímido… No vemos más que luces y vehículos. Mauricio, el cuñado de José Joaquín (copiloto para la vuelta) ameniza el viaje con sus historias de narcos, para-militares y FARC, que cierra siempre con su muletilla: “A qué jugamos en este país”. Es un narrador brillante, a la antigua usanza del conversador un poco paliza, pero de verbo delicioso y convicciones propensas a la polémica. Los españolitos, prudentemente, callamos. Los colombianos asienten (con reservas que tampoco formulan). ¿Uribe ha salvado al país? ¿Los para-militares han ayudado a la pacificación? ¿La guerrilla es mala malísima? ¿Son todos narcos? ¿Los narcos “crean riqueza”, como Escobar en su tiempo?
Olvidabas, por cierto, los constantes controles militares. En cada pueblo. Cada quince o veinte kilómetros. No os paran, pero ahí están. “Hace tiempo no se podía circular por esta carretera por la noche: había controles de la guerrilla…”, os habían dicho días atrás. “¿Hace tiempo?”, preguntasteis. “Sí, cuatro o cinco años”. Cierto. Las autoridades españolas recomiendan no viajar a los Llanos. Nuestra familia colombiana cuenta encuentros peligrosos. También hablan de amigos encarcelados por colaborar con narcos. Dinero fácil, en todo caso… ¡y están hablando de la clase pudiente: profesionales, políticos locales…!
Faltaba un detalle para que la sensación alucinada del viaje llegara a su momento culminante: la parada, sobre las nueve de la noche, a comer algo en un “piqueteadero” de carretera. Nuestra anfitriona selecciona, en la barra correspondiente, porciones de carne asada (res, pollo, cerdo) y guarniciones (plátano, yuca, papa…) que nos sirven en bandejas comunales. Bebemos cerveza y jugos (¡ya hablarás de los jugos, ya!). Comemos con las manos, pulcramente enfundadas en guantes de plástico. ¡El progreso llegó hasta los piqueteaderos de las “bigotudas”! Al final del trayecto: Villavicencio, cinco horas después.

martes, septiembre 18, 2007

Colombia-1

Martes, 4 de Septiembre
No pudo ser, nos dices. No hubo manera de anotar impresiones sobre la marcha. Así que tendrás que fiarte de la memoria, y de las sensaciones reelaboradas días después. ¿Literatura de viajes? Ya te hubiera gustado, andar por ahí con cara de Bruce Chatwin y Patagonias alucinadas… Te conformarás, seguramente con bastante menos. Estas que siguen fueron las únicas líneas que pudiste escribir allí.

Miércoles, 8 de agosto
En Bogotá, a las seis de la mañana, adaptando el cuerpo a los bruscos cambios que impone el viaje, te sientes otro, desasido, a la espera del cara a cara con lo desconocido del país y de las calles.

Jueves, 9 de agosto
Las calles, por cierto, a veces tan “chinas”: los barrios de casitas destartaladas por detrás de los edificios altos y “modernos” de las avenidas, aunque sin el bullicio de enjambre y bicicleta de lo que era Beijing en el 92 (de aquello, según parece, ya no queda nada…).
Atisbos fugaces desde el coche en movimiento: los “desechables” hurgando entre las basuras, el tráfico infernal, los vendedores ambulantes de todo tipo de frutas, el contraste entre las franquicias de oropel artificial y los chiringuitos de abigarramiento local y colorista…
No habéis pisado mucho la calle en este primer día de reconocimiento y aclimatación, pero se percibe la lucha por la vida en todos sus niveles: vuestros euros no valen tantos pesos como creíais, algún que otro desharrapado (o no tan desharrapado) solicita vuestra dádiva con amable y pegajosa insistencia, los precios se antojan imposibles para la población local, discreta cola en la embajada española (“tétrica”, os diría después una amiga colombiana)…
Vosotros, españolitos con divisas para gastar, os hacéis fotos en el Parque de la 89, junto a los caballitos de material plástico esculpidos en más de cincuenta variantes. Hubo una exposición callejera similar en Salamanca, hace algunos años, no muchos, con toros como tema. ¿Será aquello de la intercomunicación universal del arte? Caballitos y policía de todo tipo, que vigila el orden en la plaza del parque, rodeada de cafés y restaurantes de buen tono, en armónica convivencia…

Viernes, 10 de agosto
Desde el coche-burbuja de cristal contemplas el ajetreo de Bogotá: gente por todos sitios, en constante movimiento. Autobuses en sus mil variantes zigzagueando a la busca de clientes, y bandadas de agresivos taxis amarillos. Vendedores de cualquier cosa, ejecutivos de corbata y estudiantes que caminan por la vereda sorteando el tráfico… Es casi como un sueño provocado por alguna lectura sobre exóticos lugares donde el caos parece organizarse por sí mismo (con nosotros diluidos, flotando en su magma de movimientos inabarcables…), sin necesidad de reglamentaciones exteriores: la lógica del choque y la interacción continua que provoca equilibrios inestables y en permanente transformación.

Miércoles, 5 de septiembre
Vienen ahora las observaciones sueltas, desde este lado del mar (¿y de los sueños?). Te recuerdas, por ejemplo, sudando a chorros en Cartagena. “Y dicen que los europeos son fríos”, suelta a tu paso un negro zumbón. Te hubieras reído con ganas, de no ser por el agobio. Una pena, en Cartagena la Bella, con su arquitectura colonial de mil detalles, balcones, plantas… y el tráfago ciudadano de compraventas y acarreos, bajo las nubes plomizas de la tormenta tropical, que no tardará en remojar las calles calenturientas…

miércoles, septiembre 12, 2007

Verano y 4

Miércoles, 12 de Septiembre
Aún no te has animado del todo a hablar (como sabes que debes) de las colombias agosteñas, y aquí nos tienes, con la última entrega de Julio entre los dedos. Vago y revago, con el curso que comienza y la pereza sin espantar… ¡Socorro!

Lunes, 30 de Julio
Desde luego, tenemos que mirar la fecha en el periódico para saber a qué día estamos. Aparte de todo, es evidente que el calor nos reblandece las meninges, ya de por sí predispuestas a fofeces ocasionales. Justo castigo para todos los lugareños que se quejaban de que el verano no parecía verano, con ese fresquito delicioso que tú disfrutabas como de puntillas, sin aspavientos, no fuera que… Y fue, fue. Cuarenta graditos, ventilador a marchas forzadas, y toda la familia (ya vinieron los que faltaban) apelotonada en la única sala en la que hay aire acondicionado.
Todavía te alimenta la dosis de Mérida, Los Persas, de Esquilo, por Calixto Bieito, en el Teatro Romano, el jueves pasado. Actores-músicos, Natalia Dicenta atreviéndose con Janis Joplin (que ya es atreverse) y saliendo bastante bien parada, coches destrozados se diría que a bomba limpia ocupando el escenario cubierto de arena, con un autobús militar por encima de ellos, banderas españolas por todos sitios y retrato casi naturalista de “nuestros” soldados en misiones de paz. Uno de ellos hace un recorrido completo por todos los videojuegos de guerra para llegar a la conclusión de que molan más que la guerra de verdad, justo antes de que otro describa con todo detalle la carnicería posterior a un bombardeo yanki (imprescindible la referencia explícita a Apocalipsis Now y a Brando). Algo antes, uno de los soldados tiene una fantasía erótica con Elsa Pataky y Penélope Cruz (no le voy a alabar el gusto, por cierto) en la que acaba con una banderita como taparrabos (la obra, por cierto, empieza con el himno de la legión cantado a coro por los actores, y hasta suena bien el jodido…), y es entonces cuando justo a vuestra derecha saltan los primeros exabruptos: “Payasos”, “Fuera”… Mira que bien, te dijiste, tenemos bronca… Les sugerís que se queden calladitos o que se vayan si no les gusta… “Es que hemos pagado y tenemos derecho…”, os sueltan. “Pues nosotros también hemos pagado, y nos gusta, y tenemos derecho a ver tranquilos la representación..”, les contestamos. A partir de ahí, mantienen más o menos la calma, con alguna salida de tono. Al final intentan montar más bronca, pero los que estamos alrededor les fastidiamos la fiesta y los mandamos a paseo. Selección de algunos de sus gritos de guerra: Demagogia, Esquilo, Esquilo, Qué fácil es esto, El teatro clásico sí que es difícil…
Tuvisteis, por supuesto, tema de conversación para un buen rato. En nuestra sociedad de la información, por ejemplo, es absolutamente inverosímil que nadie vaya al teatro sin saber lo que va a ver. Y si eso sucediera, el humilde silencio, rabo avergonzado entre las piernas, es la única salida digna ante la propia ignorancia. Que un ceporro que ni siquiera sabe donde se ha metido se atreva a molestar al resto del público, y a insultar gratuitamente a unos artistas que están haciendo su trabajo es el colmo de la soberbia bien pensante. Parece ser que esa minoría de voz en grito (y no estás pensando ahora solo en los protagonistas de este episodio concreto) necesita subrayar y alimentar su esencia de mártir, acumular méritos de sufrimiento por la patria y la verdad, para sentirse a gusto y útil: “¡nosotros defendimos las esencias frente a los rojos laicos y maricones!”, insignias que prender de la solapa y moratones en permanente servicio a sus dioses, lectores irredentos de dramas clásicos, por lo visto, en griego antiguo, además, y en verso.
En fin, razones para molestarse tenían: el padre de la protagonista (la soldado Jerjes), Darío, maquinista de ferrocarril y sufrido hincha del Atleti, recibe en una bolsa los restos de su hija, que por supuesto no son los restos de su hija, sino los primeros que los “expertos” han encontrado por allí… Eso nos suena bastante, diríamos… La versión rock del himno de España limpia el escenario de banderas, y tú te quedas con la sensación de que no ha hecho falta limpiarse el culo con ellas para que las cosas queden bien claras. La patria se lleva “en misión de paz” a unos cuantos descerebrados que, después de todo, son tus alumnos con “necesidades educativas especiales”, que ni con programas de diversificación casi individualizados han conseguido sacarse el titulillo de la ESO. La patria, como dice uno de los personajes, es el pretexto perfecto para llevar a cabo de modo legal todas las salvajadas que en la vida “civil” son ilegales… Demagogia, pero de la buena, sí señor.

viernes, septiembre 07, 2007

Verano-3

Mientras vuelves a ser tú, en tu rutina y en tus asuntos, nos sigues dando a cuentagotas tus trabajitos veraniegos… ¡Ya te van quedando menos...!

Jueves, 19 de Julio
Te resistes a hablar de Sofía. Es más, diríamos que te resistes a pensar “en voz alta” en ella, en vosotros. Quizás sea nuestra presencia, que te coharta… ¿O se trata de otra cosa? Quizás es simplemente miedo a meter la pata, o a internarte en territorios de esos de los que nunca volvió nadie, jamás… Nos miras con cara de póker. No sabemos bien del todo por qué. Es tu compañera: vives con ella, viajas con ella, duermes con ella, os relacionáis juntos con el mundo…

Domingo, 22 de Julio
Ayer, después de pasar una agradable mañana paseando por la judería de Hervás, después también de comer muy bien en un restaurancito del pueblo, con una buena botella de vino y los famosos puritos para hacer la digestión, surgió el tema. Tenía que surgir.
Te has ido dejando llevar todos estos años, y hay detalles de los que no hablas nunca, ni hablarás. Nos has dicho muchas veces que eso es probablemente lo que en su momento bloqueó tu escritura y, salvo de modo diríamos que… (buscamos el adverbio)… pacatamente metafórico, nunca abordas el asunto. Ya, incluso, te va pareciendo que estas consideraciones están de más en este lugar, con nosotros de público cotilla, y algunos otros quizás molestos por el rumbo excesivamente particular que va tomando este texto retorcido y sandunguero.
No te preocupes: nosotros somos los responsables. Al tirar del hilo, tratamos de explicarnos algunas cosas que, después de todo, condicionan nuestra existencia. Bandadas de cronopios pudorosos pueblan tus alrededores difusos, en tensión permanente y juego de estirar de la lengua sin que se rompa…
Es el caso que toda tu inercia vital va pasando factura de distanciamiento. Y, bien mirado, no estás tan relajado estos días como quisieras dar a entender. Lo has notado hoy, con la bicicleta. Estos días pasados estuviste pedaleado en tensión, tratando de mantener una velocidad, un ritmo… Hoy, tras la conversación de Hervás, has procurado ir a tu aire, mirando el paisaje, las ondulaciones del terreno cubiertas de encinas, las balsas de agua, el vuelo de los buitres, el horizonte brumoso del verano… ¡Mucho mejor! Es posible que todavía estés sujeto a los agobios de la vida real, fuera de este refugio de rutinas que te vas construyendo, y que, como te dijo Sofía, te va alejando no sólo de los problemas, sino también de la gente, incluso de la gente a la que quieres, incluso de ella.
Se te ha de abrir, pues, el panorama mental, pero entonces las preguntas se amplían, bifurcan y subdividen hasta el infinito. Y vas estando cansado de tenerte que mantener siempre en la pose del que ya dio sus respuestas, aparentando no ser consciente de la provisionalidad de cada pose, de los abismos de dudas bullentes en que nos sumergimos cada mañana, cada vez más cansados de nadar a contracorriente.

domingo, septiembre 02, 2007

Verano-2

Domingo, 2 de Septiembre
Recién regresado a la “madre patria” (parece que contagiado del tópico nacionalismo-religión que tan fervorosamente manejan por aquellos lares colombianos), vas recuperando tus ritmos (algunos hubieras preferido olvidarlos sin más…) y ajustas los nuestros a tus caprichos y demandas. Decidiste al final no llevarnos contigo (apenas has registrado un par de apuntes en tu libreta de viaje, y para eso no nos necesitabas) y la verdad es que casi te lo agradecemos: no existir durante prácticamente un mes despeja la mente de cualquiera… Así que retomas el hilo donde quedó, y que el curso que comienza nos sea leve a todos.

Martes, 17 de Julio
En medio de tanta tranquilidad te preguntas, claro, si era esto precisamente a lo que aspirabas cuando… ¿Cuándo qué, exactamente? ¿En qué momento te propusiste metas, fines, objetivos? ¿Cuándo decidiste que tenías un proyecto que cumplir? Es evidente que en la adolescencia nos empeñamos en creer que sabemos quiénes somos, hacia dónde vamos, qué cosas queremos hacer y cuáles no haremos jamás… Vamos cediendo poco a poco, por supuesto, y quizá llega un momento en que comprobamos que hemos cedido demasiado. Estás leyendo Violeta en el cielo con diamantes, de Fernando Royuela, y no has tenido más remedio que marcar algunos párrafos. Éste es uno: “ Las cosas a veces se tuercen sin embargo y los traspiés nos desvían de la trayectoria de la vida sin que podamos sustraernos a los efectos perniciosos del ir cumpliendo años y descumpliendo sueños. Para eso nos queda la memoria, para recuperar pasados imposibles de los que todavía, acaso, poder disfrutar”.
Muchas veces piensas que nosotros no somos, precisamente, más que una reminiscencia de los pasados deseados, cuando te ibas a dedicar furibundamente a escribir y a intentar cambiar todas las cosas que no funcionaban bien, que era injusto que funcionaran así, que no tenían sentido… Sueños descumplidos que te vuelven a la cabeza quizás cuando nos los cuentas e intentas dirimir tu propia responsabilidad en el fracaso que supone el paso del tiempo, la constatación de la realidad a la que uno pertenece sin remedio. Estas rutinas veraniegas de las que ahora disfrutas, las rutinas ambivalentes del resto del año, la convivencia con las personas que al fin son las que han ido quedando después de cada tumbo, giro, transformación de tu yo camaleón y tramposo, o con las personas que, cada vez menos, eso sí, van apareciendo en estos presentes que se deslizan suavemente hacia amables consistencias de “siempres” imparablemente lentos, succionadores… ¿Era esto lo que querías? ¿Renunciarías a ello a cambio de tus improbables sueños adolescentes? ¿Qué sueños eran esos en todo caso? ¿La solidaridad universal? ¿El hombre es bueno por naturaleza? ¿Somos capaces de autogestionar nuestras vidas de un modo racional y no egocéntrico? ¿Hay algo que se parezca más al paraíso deseado que este ir envejeciendo con el gesto de dejà vu, de decepción más o menos aceptada cada vez más marcado en el rostro a veces escéptico, a veces todavía furioso ante las sandeces cotidianas de la especie, del planeta, del país, del pueblo…?
Gestionas a trompicones tu parcela de independencia. Actúas según criterios que, no lo dudes, tienen su origen en aquel proyecto ingenuo de futuros racionales. Te defiendes. Contraatacas. Sigues con los ojos abiertos. Dejas escapar, melancólicamente, estímulos y tentaciones que surgen a tu paso, enganchas otros por el rabo para zampártelos sin remilgos. Nos lo cuentas. Se diría que sigues vivo, dubitativo y pensante. Remordimientos de vez en cuando, conciencia que te patea el culo o que te consuela ante lo inevitable. No vas a sacrificarte en la pira de los visionarios. No eres un fanático de los imposibles. Creíste en ellos a pies juntillas cuando debías hacerlo. Conservas el impulso adolescente de saberlos ciertos, a pesar de todo, y deseables. Te indigna que alguien ponga siquiera en duda su realidad de aspiraciones irrenunciables: el cinismo no es una alternativa válida. Los derechos básicos no pueden ser objeto de la burla de especuladores, santurrones de cualquier confesión, mafias enriquecidas a costa de la miseria, neocons poseedores de las nuevas verdades fascistas. Hasta ahí podíamos llegar. Sabes muy bien quiénes son los buenos, y aspiras a seguir en ese bando. Mientras las fuerzas lo permitan.